15 de febrero de 2011

¡En una caja, vivas y con muchas puntas asesinas!

Ayer, en el día de San Valentín (o día mundial del consumismo extremo)(o según mi tío "día de San Calentín"), mas o menos a la una da la mañana después de haber trabajado toda la noche al jefe de cocina no se le ocurre nada más que poner a cocer langostas. Bueno, como ya saben, las langostas se cocinan vivas (por triste que suene; a mi favor puedo decir que odio tener que hacerlo). El problema es que si tiras la langosta sin amarrar va a salpicar agua hirviendo por todas partes dulce venganza supongo) entonces hay que amarrarlas y aquí es cundo la cosa se vuelve una batalla campal.

La langosta tiene la coraza mas desgraciada de todas. Puntas super afiladas por todas partes. Claro, hay técnicas para agarrarlas pero aun así terminé con las manos destrozadas. Para empeorarlo todo el compañero que me tocó fue el clásico rudo falso (que teme a los ratones pero no a los fantasmas y sale corriendo al ver las langostas vivas) así que a fin de cuentas tuve que amarrar las langostas yo, sin antes ellas llevarse algo de mi (lo tengo merecido supongo).



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