Empezaré con lo que me pasó hoy. Venía andando en el metro-tren camino a la casa de mis abuelos (que lástima que ya no existan los trenes de verdad) cuando de pronto dos personas se paran y sacan un acordeón y un oboe. Acto seguido se ponen a tocar música judía (la verdad es que no me puedo acordar de el nombre exacto de la música pero especificaron que era música judía). La verdad fue una experiencia muy buena; leer un buen libro mientras pasas por lugares geniales en el metro-tren y escuchas buena música en vivo. Pero todo se arruinó cuando se fueron los músicos ambulantes y algún reggaetonero seguramente pensó "oye, si ellos pudieron tocar música en vivo ¿por qué yo no puedo poner reggaeton en mi celular a todo lo que da?". Y si, lo hizo... Arruinó el resto de hora de viaje que me quedaba.
Ok, segunda historia... o mas bien fragmento.
"De adulta, he reconocido con frecuencia ese legado tan peculiar que el tiempo otorga al viajero: el anhelo de ver un lugar por segunda vez, de encontrar de manera deliberada aquello con lo que nos topamos en alguna ocasión anterior, para volver a capturar la sensación del descubrimiento. A veces, buscamos de nuevo un lugar que ni siquiera es notable en sí mismo. Lo buscamos porque lo recordamos, así de sencillo. Si lo encontramos, todo es diferente, por supuesto. La puerta tallada a mano sigue en su sitio, pero es mucho más pequeña. Hace un día nublado en lugar de glorioso. Es primavera en vez de otoño. Estamos solos y no con tres amigos. O todavía peor, estamos con tres amigos en lugar de solos."
-Elisabeth Kostova, La Historiadora
Y para cerrar la entrada los dejo con mi último relato. El otro día salí a comer con parte de mi familia. Eramos 18 para ser exacto, lo cual equivale un par de horas de tormento para cualquier mesero. Al darme cuenta del desorden que estábamos causando (en especial los mas pequeños) me dio un no se que en el no se donde (diría que en la moral) entonces fui a ayudar a la pobre mesera que nos atendía. Como estábamos sentados en el segundo piso había que subir las pisas, schops de cerveza, etcétera. Yo lo hice por que una vez fui mesero y en realidad mesas como la mía son como una pesadilla. Bueno el caso es que la ayudé a subir y bajar cosas, además de mantener el orden en la mesa simplemente por ayudar. En el transcurso de subir y bajar cosas hablábamos y me cayó bastante bien (aclaro que era mucho mayor que yo y que no me la quería ligar, ya muchos me han dicho que lo hice por eso, lo cual no es cierto).
Tiempo después ya que habíamos terminado de comer y que el desorden bajó siento que tocan la espalda. Era la mesera y llevaba un delicioso tiramisú en la mano, si, para mi, en agradecimiento a la ayuda. De verdad es de los mejores detalles o símbolo de afecto que me han dado, yo no esperaba nada a cambio mas que una sonrisa. Eso lo volvió el mejor tiramisú que he comido. Y en serio que se lo mega agradezco.
